En Nagasaki, en Japón, beatos mártires Luis Flores, presbítero de la Orden de Predicadores, Pedro de Zúñiga, presbítero de la Orden de los Eremitas de San Agustín, y trece compañeros, marineros japoneses,
que, llevados a puerto y detenidos al punto, sufrieron juntos un mismo martirio, entre variadas torturas, por la fe cristiana (1622). Sus compañeros: Beatos Joaquín Hirayama, León Sukeyemon, Miguel Diaz, Antonio Yamada, Marcos Takenoshima Shinyemon, Tomás Koyanagi, Jacobo Matsuo Denshi, Lorenzo Rokuemon, Pablo Sankichi, Juan Yago, Juan Nagata Matakichi, Bartolomé Mohioye y Juan Foiamon.
Luis Flores
El Beato Luis Flores nació en Amberes, Bélgica y recibió la primera educación en Gante, pero aún niño viajó con sus padres a España y luego emigró a México.
Es hijo del convento de Santo Domingo de México donde hizo profesión en 1592. Después de su ordenación en la Orden de los Predicadores, fue enviado a las misiones de Filipinas en 1598 donde trabajó muchos años con eficacia y gran virtud. Allí permaneció hasta 1620, cuando se embarcó, junto con el Beato Pedro de Zuñiga, rumbo a Japón, pero la embarcación fue capturada por unos piratas holandeses en la mar, quienes los entregaron a las autoridades japonesas. Después de pasar dos años en prisión y padecer grandes tormentos fueron condenados a morir quemados a fuego lento en Nagasaki el 17 de agosto de 1622, mientras que al capitán de la embarcación que los había transportado, Joaquín Firayama-Diz, y a su tripulación, mártires japoneses, los decapitaron. Fueron beatificados por el Papa Pío IX, el 7 de julio de 1867.
El beato Luis Flores era modelo de gran piedad y afabilidad.