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El día en que mi María José nació – Mariano Osorio [Letra] [MP3]

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El día que mi María José nació, en verdad no sentí gran alegría porque yo quería un varón, dos días después, volví a buscar a mis dos mujeres, una lucia pálida, y la otra, radiantes y dormilona, en pocos meses me dejé cautivar por la sonrisa de María José, fue entonces cuando empecé a amarla con locura, su carita y su mirada no se apartaban ni un instante de mi pensamiento, un día me dijo:

—Papi, cuando cumpla 15 años ¿Cuál será mi regalo?
—Pero mi amor, si apenas tienes 10 añitos.
—Bueno papi, tu siempre dices que el tiempo pasa volando.

Y era verdad, María José tenía ya 14 años y excelentes notas escolares, ocupaba todo el espacio en casa, en la mente y en el corazón de la familia, especialmente el de su padre, fue un domingo muy temprano cuando nos dirigíamos a misa, María José tropezó con algo, eso creíamos todos, y dio un traspié, la detuve de inmediato para que no cayera, María José fue cayendo lentamente sobre el banco, y casi perdió el conocimiento, la llevamos al hospital y ahí permaneció por 10 días, me informaron que mi hija padecía de una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no era algo definitivo, había que practicarle otras pruebas para llegar a un diagnostico firme.

—Papi voy a morir, ¿No es cierto?
—Eso te dijeron los médicos, ¿Verdad?
—No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan grande no permitiría que pierda lo que más he amado en el mundo.
—Papá, ¿quiénes mueren van a algún lugar?, ¿pueden ver desde lo alto a las personas queridas?, ¿sabes si pueden volver?
—Mmm, bueno hija, en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre eso, pero… si yo muriera no te dejaría sola, estando en el más allá, buscaría la manera de comunicarme contigo, en última instancia utilizaría el viento para venir a verte.
—¿El viento? ¿Y cómo harías eso papi?
—Mmm, no tengo la menor idea hija, solo sé que si algún día muero sentirás que estoy contigo cuando un suave viento rose tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

Ese mismo día por la tarde llamaron al padre, el asunto era grave, su hija se estaba muriendo, necesitaban un corazón, pues el de ella, no resistiría sino unos 15 o 20 días más.

—Un corazón, y ¿de dónde saco un corazón?

Ese mismo mes, María José cumpliría sus 15 años, fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, las cosas iban a cambiar, y entonces, el domingo por la tarde, María José estaba operada, éxito total, sin embargo, papá no había vuelto por el hospital y María José lo extrañaba muchísimo, su mami le decía que todo estaría bien y la abrazo con ternura, más adelante, al llegar todos a casa se sentaron en un enorme sofá, y su mamá con los ojos llenos de lágrimas, le entregó a María José, una carta de su padre.

María José, mi gran amor:

Al momento de leer mi carta, debes de tener 15 años, y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa de los médicos que te operaron, no puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar a tu lado en este instante, cuando supe que ibas a morir, sentí que yo también moriría contigo, y me preguntaba ¿qué podía hacer?, después de tanto pensar y sentir mil cosas dentro de mí, decidí finalmente que la mejor manera de hacer algo por ti, era darle respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías 10 años, ¿te acuerdas? y a la cual no respondí, decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás ha hecho, mi corazón, te regalo mi vida entera, sin condición alguna para que hagas con ella lo que creas que es mejor, sintiendo muchas cosas bellas y sabiendo que en el mundo lo más importante, es que quieras vivir, vive hija, siempre estaré a tu lado, te amo, y siempre te amare, porque eres lo más grande y hermoso que Dios me ha dado.

Te amo María José.

María José lloro todo el día y toda la noche, al día siguiente, fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papa, y susurró:

—Papi, ahora puedo comprender cuánto me amabas, yo también te amo y te honrare para siempre.

Y en ese instante, las copas de los árboles se movieron levemente y cayeron algunas flores, sintió María José que un suave viento, rozó su cara y una brisa fresca, beso sus mejillas, alzo la mirada al cielo sintiendo una paz inmensa, y dio gracias a Dios por eso, se levantó, y camino a casa con la alegría de saber que lleva en su corazón el amor más grande del mundo.

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