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¿Por qué no seguir mejor el camino de Jesús?

de Enrique Díaz Díaz.
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas.
CEM.

Ezequiel  9, 1-7; 10, 18-22: “Marca con una señal la frente de los que lloran por las prácticas abominables que se realizan en Jerusalén” Salmo 112: “Bendito el Señor, ahora y por siempre” San Mateo 18, 15-20: “Si tu hermano te escucha, lo habrás salvado”.

El Papa Francisco con preocupación nos dice que una de las tentaciones fuertes, aún dentro de la Iglesia, es el ataque entre los mismos miembros. Desde el inicio en las comunidades cristianas se presenta esta grave situación: hay divisiones, no todos participan de igual forma y muchos se equivocan. Se necesita entonces un proceso de reconciliación. No se puede asumir esa actitud de crítica y condena que tanto daño hace a los grupos y a la sociedad, pero tampoco se puede tomar la actitud de quien no dice nada, todo deja pasar y se hace cómplice de la maldad.

El diálogo fraterno, prudente, cuidadoso, es el camino que nos propone Jesús. Antes que dar a conocer a todos los defectos de quien se ha equivocado, necesitamos dialogarlo con el presunto acusado. Y muchas veces nos encontramos que no es tan cierto como lo habíamos imaginado, o bien sucede también que sus errores eran involuntarios y no se había dado cuenta. Así con frecuencia, en este nivel personal, se resuelven muchos conflictos antes de que vayan más delante. Esta es una muy buena medida también en las relaciones familiares. Muchas veces no se habla y se soporta con dificultad la actitud de  personas que amamos, pero que se están equivocando y hacen daño a la familia. Necesitamos hablar los problemas, tanto en la pareja como entre los padres y los hijos o los demás miembros de la familia.

Los otros pasos también son muy oportunos: el diálogo en presencia de otros, esto es muy valedero sobre todo cuando logramos ayudarnos de personas cercanas a quien se ha equivocado. La prudencia y la verdad serán las reglas de las que nos podemos valer. Finalmente la denuncia ante la comunidad. Es todo lo contrario al camino que se sigue en los grupos y comunidades, donde primeramente se utiliza el chisme y la descalificación y, cuando se ha hecho ya el daño irreparable, se trata de abordar a la persona que para esos momentos se encuentra ya herida y resentida. ¿Por qué no seguir mejor el camino de Jesús? Miremos su actitud, siempre defendiendo la verdad, pero con una misericordia y con una compasión que en lugar de hundir a la persona, la levanta, la dignifica y le restituye su lugar en la comunidad.

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