Saltar al contenido

Santos Mexicanos: San David Uribe Velasco

Nació en Buenavista de Cuéllar, Guanajuato el 29 de diciembre de 1888. En 1902 se matriculó en el seminario conciliar de Chilapa. Ocurrente sin ser grosero o insidioso, unió su índole inquieta a una sólida piedad. Despierto y dedicado, alcanzaba sin engreimiento los primeros lugares en concursos y exámenes públicos.Nació en Buenavista de Cuéllar, Guanajuato el 29 de diciembre de 1888. En 1902 se matriculó en el seminario conciliar de Chilapa. Ocurrente sin ser grosero o insidioso, unió su índole inquieta a una sólida piedad. Despierto y dedicado, alcanzaba sin engreimiento los primeros lugares en concursos y exámenes públicos.

Ordenado presbítero el 2 de marzo de 1913, misionó en el Estado de Tabasco, que tenìa relajadas costumbres, vicios e impiedad. Párroco de Zirándaro, Guerrero. Los movimientos armados le impidieron desarrollar su ministerio en ese lugar. De nuevo en Chilapa, durante cinco meses prestó servicios en la catedral y en el seminario.

En 1917 fue nombrado párroco de su pueblo natal, conquistando en poco tiempo el cariño de su feligresía. En 1922 pasó a Iguala, Guerrero. Al suspenderse el culto público, el 1º de agosto de 1926, fue desalojado del curato, hospedándose desde entonces en un domicilio particular. Regresó a Buenavista, pero también las circunstancias le fueron adversas, decidiéndose a partir a la ciudad de México. En febrero de 1927, ansioso de regresar a su parroquia, escribió: “Si la situación se prolonga me iré; poco importa que mi sangre corra por las calles de la histórica ciudad de Iturbide”. Al día siguiente consignó: “Si fui ungido por el óleo santo que me hizo ministro del Altísimo, ¿Por qué no ser ungido con mi sangre en defensa de las almas redimidas con la sangre de Cristo? Este es mi único deseo, éste mi anhelo”.

El 7 de abril de ese mismo año, dispuso su regreso a Iguala. En el ferrocarril un militar lo invitó a pasar al carro del general Adrián Castrejón, quien, apenas lo tuvo junto a sí, le propuso adherirse a la iglesia cismática a cambio de apoyo y libertad; el clérigo rechazó las ofertas una tras otra, hasta que, muy molesto, el militar decretó su aprehensión. La noche del lunes 11 de abril de 1927, incomunicado y aherrojado, escuchó la sentencia de muerte. Se le permitió escribir esta despedida: “Declaro ante Dios que soy inocente de los delitos que se me acusa. Estoy en las manos de Dios y de la Santísima Virgen de Guadalupe… perdono a todos mis enemigos y pido a Dios perdón a quien yo haya ofendido”.

A las tres de la madrugada del día siguiente, una escolta lo trasladó al kilómetro 168 de la carretera a México. Al pisar tierra se arrodilló para orar, al incorporarse dirigió a sus verdugos estas palabras: “Hermanos, hínquense que les voy a dar la bendición. De corazón los perdono y sólo les suplico que pidan a Dios por mi alma. Yo en cambio, no los olvidaré delante de Él”. Dicho lo anterior distribuyó entre ellos sus pertenencias. Uno de la escolta le disparó a la cabeza, segándole al instante la vida. Sus restos descansan en la iglesia parroquial de Buenavista de Cuéllar, Guerrero.

Compartir:

Escribe tus comentarios