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Santos Mexicanos: San Jenaro Sánchez Delgadillo

Según la Arquidiócesis de Puebla:

San Jenaro Sánchez DelgadilloNació en Agualele población cercana a Zapopan, Jalisco el 19 de septiembre de 1886, Sus padres fueron Cristóbal Sánchez y Julia Delgadillo, de condición humilde y cristianos observantes, que en el pueblo gozaban de estima por ser personas muy buenas.

Terminada la instrucción primaria, siempre becado, ingresó al Seminario de Guadalajara. Recibió la ordenación sacerdotal el 20 de agosto de 1911.

Ejerció su ministerio sacerdotal en las siguientes parroquias: Nochistlán, Zac., Zacoalco de Torres, Jal., San Marcos, Jal., Cocula, Jal., Tecolotlán, Jal., y finalmente en la capellanía de Tamazulita, Jal., perteneciente a la parroquia de Tecolotlán, en donde era párroco San José María Robles Hurtado. En Cocula fue maestro del Seminario Menor instalado en esa parroquia.

Alimentaba su fe y su celo sacerdotal con frecuentes y piadosas visitas al Santísimo Sacramento y con su devoción a la Santísima Virgen María. Se preparaba devotamente para la celebración de la Eucaristía y, al terminarla, daba gracias. Ejerció su ministerio con mucho celo apostólico y con buena organización. Le gustaba predicar y su predicación era elocuente y conmovedora. Era asiduo en el confesionario.

Desprendido de las cosas y compasivo con los necesitados, atendía a todos pero especialmente a los enfermos; este apostolado lo ejercía en numerosos ranchos. Cuando lo llamaban para la atención a los enfermos «parecía que tenía resorte», pues inmediatamente y de buen modo se ponía en camino para auxiliarlos.

A los familiares de los enfermos los alentaba y ayudaba. Movido por su amor a Dios, se preocupaba por la salvación de todos y especialmente por la formación cristiana de los niños, a quienes él mismo les enseñaba el catecismo.

Llegó a Tamazulita en el año de 1923, acompañado de sus padres. En este lugar ejerció su ministerio hasta su martirio, en enero de 1927. Vicario de Tamazulita, de la parroquia de Tecolotlán, Jalisco (Diócesis de Autlán). Su párroco elogiaba su obediencia. Los fieles admiraban su rectitud, su fervor, la elocuencia de su predicación, y aceptaban gustosos la energía del Padre Jenaro cuando les exigía la buena preparación para recibir los sacramentos.

Los soldados y algunos agraristas le tomaron preso junto con unos feligreses amigos cuando iban al campo. A todos les dejaron libres menos al Padre Jenaro quien fue conducido a una loma cercana a Tecolotlán y en un árbol prepararon la horca. El Padre Jenaro colocado en el centro de la tropa, con heroica serenidad les habló: «Bueno, paisanos, me van a colgar; yo les perdono, que mi Padre Dios también les perdone y siempre viva Cristo Rey».

Los verdugos tiraron la soga con tal fuerza que la cabeza del mártir pegó fuertemente en una rama del árbol. Poco después murió en aquella noche del 17 de enero de 1927. La saña de los soldados continuó y en la madrugada regresaron, bajaron el cadáver, le dieron un tiroen el hombro y una puñalada que casi atravesó el cuerpo inerte del testigo de Cristo.


Según la Arquidiócesis de Jalisco:

Nació en Zapopan, Jal. el 19 de septiembre de 1866
Murió en Tecolotlán, Jal. el 17 de enero de 1927
Sus restos se encuentran en Tecolotlán, Jal.

Su “pecado” fue haber dado pública lectura, en templo parroquial de Zacoalco, a la carta pastoral de su Arzobispo, Don Francisco Orozco y Jiménez, donde éste manifestaba su aflicción por los atentados a la libertad del credo religioso, incluídos en la Constitución Mexicana.

El día señalado por los Obispos de México para suspender el culto público, incapaz de ocultar sus sentimientos, lloró de pena junto con sus feligreses, desde entonces ejerció su apostolado a hurtadillas, en casas particulares o en las afueras de las poblaciones grandes.

Aunque procuró disimular el lugar de su residencia y sus actividades, la tarde del 17 de enero de 1927, mientras se dirigía a su vivienda en el rancho La Cañada, acompañado por los señores Herculano, Crescenciano y Cresencio Castillo, Lucio Camacho, Ricardo Brambila. Agustín Chavarín y Juan Barajas, él y sus compañeros se toparon con una avanzada del Ejército Federal, guiada por algunos lugareños y el jefe de armas de Cocula, Pablo Ortega. A la vista de los adversarios, los acompañantes instaron al Padre Jenaro a escapar, pero él se negó: Vamos bajando todos. Si no me conocen, ya me salvé; si me conocen, me ahorcarán sin remedio, pero a ustedes nada les pasará, fuera del susto. Yo tengo esa confianza en Dios.

En cuanto llegaron al rancho fueron capturados, los ataron espalda con espalda; en esas condiciones los remitieron a Tecolotlán, a disposición del capitán federal Arnulfo Díaz, quien liberó a todos menos al eclesiástico.

A la medianoche, el Padre Jenaro fue trasladado a las goteras de Tecolotlán. En un cerrito conocido como La Loma o Cruz Verde, los verdugos eligieron un robusto árbol de mezquite, próximo a la modesta vivienda de la señora Jobita García, testigo del martirio. En medio de un griterío inusual, el piquete de soldados circuló al sacerdote, uno entre ellos lo lazó por el cuello con una soga y tiraron el otro extremo a las ramas del mezquite. La víctima pidió la palabra para decir: Bueno, paisanos, me van a colgar; yo les perdono y que mi Padre Dios también les perdone, y siempre que ¡Viva Cristo Rey!.

Estas palabras enardecieron a los milites, quienes tiraron de la reata con tal violencia que la cabeza del mártir chocó en la rama del mezquite, hecho lo cual, se retiraron del lugar. Un soldado abordó a los moradores de la vivienda, Jobita García y un huésped suyo, antiguo combatiente carrancista, para quien fue esta advertencia: Te encargamos al amigo que está allí colgado. Si alguien lo baja, a ti te pasará lo mismo. Los quejidos estentóreos del moribundo, que permaneció colgado hasta expirar, horas más tarde, llegaban a los habitantes del jacal; sin embargo, no se atrevieron a socorrerlo: además de ignorar la identidad del moribundo, pesaba sobre ellos una grave amenaza.

Antes del amanecer regresaron los soldados a La Loma, balearon a la víctima en el hombro izquierdo, lo descolgaron, y ya tirado en el suelo, uno de ellos le perforó el tórax con una bayoneta; hecho lo cual, apoyaron el cadáver en el tronco del árbol y se retiraron. A media mañana, pasó por allí la maestra Angelita Fernández Lepe, quien identificó a la víctima y avisó a la madre del mártir, ésta llegó al lugar de los hechos y colocó en su regazo al fallecido.

A regañadientes, el jefe militar permitió que el cadáver fuera trasladado a Tecolotlán, donde lo velaron en un domicilio particular. La noticia de la muerte movió a los habitantes de Tamazulita a trasladarse en masa a Tecolotlán. Temiendo la reacción de la muchedumbre, las autoridades ordenaron la inmediata sepultura en el panteón del municipio.

Su Prelado, Don Francisco Orozco y Jiménez, escribió más tarde: “Levantó mi voz para pregonar la gloria de la Iglesia de Guadalajara, que ciñe su frente con el nombre del Padre Jenaro Sánchez, apuñalado por confesar a Cristo Rey”.

El 25 de octubre de 1934 se trasladaron los restos del mártir, de Tecolotlán a la Iglesia Parroquial de Cocula, Jalisco, donde su memoria es particularmente venerada.

El Padre Jenaro Sánchez nació el 19 de septiembre de 1886 en la localidad de Agualele, del municipio de Zapopan.

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