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Santos Mexicanos: San Julio Álvarez Mendoza

Según la Arquidiócesis de Puebla:

San Julio Álvarez MendozaNació en Guadalajara, Jalisco el 20 de diciembre de 1866. Adolescente ingresó al seminario conciliar de Guadalajara. Ordenado presbítero el 2 de diciembre de 1894, desarrolló íntegro su ministerio sacerdotal en Mechoacanejo, Jalisco; primero de capellán, después como vicario fijo y finalmente como primer párroco, cuando esta circunscripción había pasado a la recién creada diócesis de Aguascalientes. Infundió entre sus fieles el amor a Jesús Sacramentado y a la Virgen María; ministro infatigable, con frecuencia visitaba las aldeas y ranchos de su circunscripción.

Enseñó a sus feligreses los oficios de sastre y repostero. Su caridad con los menesterosos llegó a manifestarla desprendiéndose, incluso, de sus mismos vestidos. Al suspenderse el culto público, se mantuvo en su territorio parroquial refugiándose en distintos lugares.

El 26 de marzo de 1927, de camino a un rancho donde pretendía confesar y celebrar la misa, fue tomado prisionero por miembros del ejército federal. Lo remitieron a Villa Hidalgo, Jalisco; de allí a Aguascalientes, Ags., y a León, Guanajuato, en ese lugar el secretario de la Defensa Nacional, general de división Joaquín Amaro, decretó fuera ejecutado en el pueblo de San Julián, Jalisco. Una escolta condujo al anciano sacerdote, en las peores condiciones, a ese lugar, considerado por los militares como foco de rebeldes.

El 30 de marzo, alrededor de las cinco de la madrugada, un capitán de apellido Grajeda cumplió el mandato del general Amaro. Antes de sufrir el martirio dijo a los verdugos: “Ya sabía que tenían que matarme porque soy sacerdote. Cumpla usted con lo mandado, pero sepa que no he cometido delito alguno; no he hecho mal a nadie; mi única “culpa” es ser representante del Señor. De todo corazón los perdono”. Abrió los brazos en forma de cruz y recibió la descarga. Consumada su muerte, los militares tiraron el cadáver en un basurero. Sus restos se conservan en Mechoacanejo, Jalisco

Según la Arquidiócesis de Jalisco:

Nació en Guadalajara, Jal. el 20 de diciembre de 1866
Murió en San Julián, Jal. el 30 de marzo de 1927
Sus restos se encuentran en Mechoacanejo, Jal.

Se distinguió por ser amable y bondadoso con todos, comunicativo y sencillo, desprendido y generoso. Sus muchas habilidades las puso al servicio del prójimo; emprendedor y caritativo, llegó a regalar incluso la camisa que llevaba puesta a quien la necesitaba.

Don Julio, quien nació el 20 de diciembre de 1866 en Guadalajara, Jalisco, enseñó a sus feligreses el oficio de la sastrería y él mismo confeccionaba prendas para los pobres.

Su familia, encabezada por Atanasio Alvarez y Dolores Mendoza, carecía de recursos económicos, sin embargo la generosidad de unos bienhechores y la aplicación de Julio en los estudios, le permitieron formarse con suficiencia en un colegio de estudios superiores, antes de ingresar, en 1880, al Seminario Conciliar de Guadalajara.

Su arzobispo, don Pedro Loza y Pardavé, lo ordenó presbítero el 2 de diciembre de 1894. Una semana más tarde lo envió a su primer y único destino, la Capellanía de Mechoacanejo, misma que fue elevada a Parroquia y agregada al Obispado de Aguascalientes.

Desde su llegada a Mechoacanejo se distinguió por su celo pastoral. Cuando debía reprender las faltas de sus fieles, lo hacía con prontitud, firmeza y siempre de la mejor manera, sin herir los sentimientos de las personas.

Cuando los Obispos de México decretaron en agosto de 1926 la suspensión del culto público, el Padre Julio decidió permanecer en su Parroquia y a partir de entonces, administró los Sacramentos a hurtadillas, oculto en los ranchos. No creía poder ser uno de los “agraciados” sacerdotes que morían fusilados porque –decía- “Dios no escoje basura para el martirio”.

Sin embargo, el ejército federal implementó actitudes de represión extrema luego de que muchos católicos de la región se sublevaron contra las leyes anticlericales del Gobierno y finalmente, el 26 de marzo de 1927, a las 16:00 horas, una partida de soldados aprehendió al eclesiástico, quien junto con dos acompañantes, se dirigían al rancho El Salitre, a celebrar Misa. Descubierta su identidad, inició un penoso calvario para él y sus camaradas, fueron remitidos a San Julián, Jalisco, en donde en ayunas y con las manos atadas, se le prohibió descansar sentado; o se mantenía de pie o arrodillado.

El día 30 de marzo, a las 5:15 horas, un capitán de apellido Grajeda condujo al reo al paredón. ¿Siempre me van a matar? –“Esa es la orden que tengo”. – “Bien –repuso el mártir-, ya sabía que tenían que matarme porque soy sacerdote; cumpla usted la orden, sólo le suplico que me concedan hablar tres palabras: Voy a morir inocente porque no he hecho ningún mal. Mi delito es ser Ministro de Dios. Yo les perdono a ustedes; sólo les ruego que no maten a los muchachos porque son inocentes, nada deben”. Cruzó los brazos y de los soldados recibió la descarga fatal.

El cadáver fue abandonado en un tiradero de basura, próximo al templo parroquial, hasta que los habitantes de San Julián, enterados de que habían matado a un sacerdote, procedieron a velarlo y darle sepultura.

En el sitio donde lo aprehendieron se colocó una lápida y una cruz; lo mismo se hizo en el lugar del martirio. Sus restos, años más tarde, fueron trasladados a Mechoacanejo. Todos estos lugares son meta de peregrinación de numerosos fieles, atraídos por el recuerdo de la vida ejemplar y muerte edificante del Beato Julio Álvarez.

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