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Santos Mexicanos: San Luis Batis Sáinz

San Luis Batis SáinzNació en San Miguel del Mezquital, Zacatecas, el 13 de septiembre de 1870. Alumno del seminario conciliar de Durango, fue ordenado presbítero el 1º de enero de 1894. Apenas ordenado, se le confió la parroquia de San Juan de Guadalupe, Durango, y en octubre de 1902 la de Canatlán, Durango.

En la ciudad de Durango fue director espiritual en el seminario conciliar.

En agosto de 1925 fue nombrado párroco de Chalchihuites, Zacatecas, su último destino, donde estuvo pocos; pero fecundos meses. Promovió la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), fundó un taller de obreros católicos y una escuela apostólica. Atento, amable, alegre y bondadoso, siempre de buen humor, sabía ganarse la simpatía de los niños. Lleno de fervor por la Eucaristía, celebraba la misa con notable piedad. Alguna vez dijo: “Señor, quiero ser mártir aunque indigno ministro tuyo, quiero derramar mi sangre, gota a gota, por causa de tu nombre”.

El 31 de julio de 1926, en el último oficio público que presidió, dijo, refiriéndose a la legislación anticlerical que entraría en vigor al día siguiente. El autor de esta desdicha no es el gobierno, ni el presidente Calles, sino los pecados de todos y por lo mismo, no deben los católicos levantarse en armas, no es esa una conducta cristiana.

Acusado de conspirar contra el gobierno, la noche del 14 de agosto, once soldados del 6º batallón de infantería, al mando del teniente Blas Maldonado, arrancaron del lecho en el que descansaba al respetable párroco. Venimos por ti, tú estás atropellando las leyes del general Calles. Has estado diciendo Misa, bautizando y casando ocultamente. Este fue su delito. Poco después fueron capturados tres jóvenes de la A.C.J.M.

A las doce horas del día siguiente dos escoltas se llevaron de Chalchihuites al párroco, a Manuel Morales, David Roldán y Salvador Lara. El semblante del clérigo era sereno, tranquilo y sonriente. «¡Señor cura, no nos olvide!», gritó uno. «Si son mis hijos, no los olvido». Luego, desde la ventanilla del vehículo que los llevaría al patíbulo dijo: “Les voy a impartir la bendición y, por favor, no me sigan, no pasará nada”.

En una encrucijada donde se dividen los caminos a Las Bocas y a Canutillo, después de caminar unos 500 metros, los soldados se formaron en cuadro. El párroco pidió la palabra: “Les ruego que en atención a los niños pequeños que forman la familia de Manuel Morales, le perdonen la vida. Yo ofrezco mi vida por la de él. Seré una víctima, estoy dispuesto a serlo”. Impávida, la tropa escuchó esta súplica. Ante la inutilidad de sus argumentos, don Luis Batis se despidió de su compañero: “Hasta el cielo”. Una descarga cerrada de fusilería segó sus vidas. Sus restos se veneran en la que fue su iglesia parroquial.

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