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¡Se pierde mucha semilla, pero siempre se consigue una gran cosecha! – XV Domingo Ordinario

El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta.

¡Se pierde mucha semilla, pero siempre se consigue una gran cosecha!
¡Se pierde mucha semilla, pero siempre se consigue una gran cosecha!

Esta parábola quiere expresar en su conjunto, de una forma muy velada y discreta, la historia misionera de Jesús.

Jesús aparece en la historia de su pueblo y adopta el talante de un predicador itinerante. Este estilo ya era conocido por otros personajes. Pero en Jesús aparece particularmente preciso y con exactos contornos.

Jesús sale al mundo a predicar a todos sin distinciones, sin exclusiones. Y predica a voleo. Y predica generosamente. Las respuestas se van produciendo. Y curiosamente los primeros que responden a su Evangelio de la gracia son los pequeños, los marginados, los postergados de la sociedad.

Estos comienzos de la cosecha son escandalosos para los sabios y entendidos. Esto corresponde con toda probabilidad al Jesús que vivió con nosotros. No son consideraciones más o menos piadosas añadidas al Evangelio desde fuera. Esa fue la cruda y prometedora realidad. Los que están enfrente se sonríen y comentan: ¡con estas gentes quiere establecer el Reino de Dios!

Pero Jesús sigue sembrando a voleo; sigue sembrando movido por una gran esperanza: se producirá una gran cosecha, y se hará presente el Reino de Dios. Los hombres son invitados a adherirse a este Evangelio de la libertad y de la gracia que es el único que puede cambiar radicalmente la humanidad. Incansable e impertérrito sigue sembrando el sembrador. Esa es la puerta de entrada al Reino y hay que abrirla de par en par porque ese es el designio de su Padre.

Experiencia de fracasos y anhelo de esperanzas mueven la tarea misionera de Jesús. Y ha de mover la tarea misionera de sus discípulos. Es necesario proclamar para que la semilla entre en el corazón del hombre y lo haga fecundo. En un mundo en que se valora y se pasa por el tamiz de encuestas y cuantificaciones numéricas para comprobar la eficacia de un producto, de una propuesta política o de una oferta religiosa, Jesús nos sale al paso y nos advierte que es necesario, también hoy, seguir sembrando a voleo, con una gran esperanza, pero sin entretenerse en los resultados tangibles.

El Evangelio llega al corazón de los hombres ¡Y cómo se puede cuantificar la gratuidad de Dios y la respuesta silenciosa, amorosa y libre del hombre! Se nos advierte que las encuestas sólo valen para lo que valen, si valen para algo realmente objetivo (como nos demuestra la observación elemental y la experiencia que acontece a nuestro alrededor). Los discípulos de Jesús han de fijar la atención en Él y en la autenticidad de la semilla cuidadosamente atendida y generosamente sembrada.

¡Ya crecerá cuando, donde y como Dios quiera y el hombre responda!

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