El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta.
Esta parábola quiere expresar en su conjunto, de una forma muy velada y discreta, la historia misionera de Jesús.
Jesús aparece en la historia de su pueblo y adopta el talante de un predicador itinerante. Este estilo ya era conocido por otros personajes. Pero en Jesús aparece particularmente preciso y con exactos contornos.
Jesús sale al mundo a predicar a todos sin distinciones, sin exclusiones. Y predica a voleo. Y predica generosamente. Las respuestas se van produciendo. Y curiosamente los primeros que responden a su Evangelio de la gracia son los pequeños, los marginados, los postergados de la sociedad.
Estos comienzos de la cosecha son escandalosos para los sabios y entendidos. Esto corresponde con toda probabilidad al Jesús que vivió con nosotros. No son consideraciones más o menos piadosas añadidas al Evangelio desde fuera. Esa fue la cruda y prometedora realidad. Los que están enfrente se sonríen y comentan: ¡con estas gentes quiere establecer el Reino de Dios!
Pero Jesús sigue sembrando a voleo; sigue sembrando movido por una gran esperanza: se producirá una gran cosecha, y se hará presente el Reino de Dios. Los hombres son invitados a adherirse a este Evangelio de la libertad y de la gracia que es el único que puede cambiar radicalmente la humanidad. Incansable e impertérrito sigue sembrando el sembrador. Esa es la puerta de entrada al Reino y hay que abrirla de par en par porque ese es el designio de su Padre.
Experiencia de fracasos y anhelo de esperanzas mueven la tarea misionera de Jesús. Y ha de mover la tarea misionera de sus discípulos. Es necesario proclamar para que la semilla entre en el corazón del hombre y lo haga fecundo. En un mundo en que se valora y se pasa por el tamiz de encuestas y cuantificaciones numéricas para comprobar la eficacia de un producto, de una propuesta política o de una oferta religiosa, Jesús nos sale al paso y nos advierte que es necesario, también hoy, seguir sembrando a voleo, con una gran esperanza, pero sin entretenerse en los resultados tangibles.
El Evangelio llega al corazón de los hombres ¡Y cómo se puede cuantificar la gratuidad de Dios y la respuesta silenciosa, amorosa y libre del hombre! Se nos advierte que las encuestas sólo valen para lo que valen, si valen para algo realmente objetivo (como nos demuestra la observación elemental y la experiencia que acontece a nuestro alrededor). Los discípulos de Jesús han de fijar la atención en Él y en la autenticidad de la semilla cuidadosamente atendida y generosamente sembrada.
¡Ya crecerá cuando, donde y como Dios quiera y el hombre responda!